Reseña: La invención del Big Bang

La invención del Big Bang
JEAN-PIERRE LUMINET
RBA.
Barcelona (2012).
288 págs. 20 €.
Traducción:
NURIA VIVER.
Como resultado de una simplificación histórica, los nombres que se suelen asociar al descubrimiento de la expansión del universo y a la teoría del Big Bang son, respectivamente, Edwin Hubble y Albert Einstein, en detrimento de Alexander Friedmann, Georges Lemaître y George Gamow, sus principales protagonistas. Sin embargo, al autor de La invención del Big Bang, más que discutir el malentenido, le interesa comentar los textos originales, donde aparecen las tres ideas rectoras de la cosmología relativista: la expansión del universo, su origen singular y la radiación cósmica de fondo.

El libro comienza por situar al lector en el contexto histórico del descubrimiento científico y esboza las líneas maestras que aparecerán después, siguiendo un orden cronológico. En 1922 Friedmann aportó distintas soluciones matemáticas a las ecuaciones de campo de Einstein, que permitían explicar el universo en su conjunto: un mundo que podía estar en expansión o contracción.
De modo independiente, Lemaître llegó a esas mismas soluciones y las relacionó con los datos observacionales –el corrimiento hacia el rojo de la luz proveniente de las galaxias–, concluyendo en 1927 que el universo está en expansión. No obstante, en 1931, Lemaître fue más lejos todavía y planteó la hipótesis del átomo primitivo: una teoría que dotaba al universo de un comienzo. En los años cuarenta esta hipótesis fue denominada despectivamente por Fred Hoyle como Bing Bang: ¡el Gran Pun!
En 1948 Gamow abordó la evolución del mundo desde un punto de vista termodinámico, y propuso que el universo en su instante inicial, además de ser muy denso, como Lemaître apuntaba, debía de estar muy caliente, y que, durante la expansión se fue enfriando. Esta nueva teoría, el Big Bang caliente, armonizaba la cosmología con la física de partículas elementales.
Por otro lado, los colaboradores de Gamow predijeron una radiación, eco de la gran explosión, que acabaron detectando Arno Penzias y Robert Wilson en 1965. Este hallazgo convirtió al Big Bang en una teoría respetable.
Se han publicado muchos libros de cosmología, pero pocos tan divulgativos y rigurosos como los que escribe Luminet. Esto no es obstáculo para que el lector menos avezado pueda seguir el hilo argumental, aunque tenga que saltarse los aspectos más técnicos, en especial el capítulo 17.
Al final añade como anexos la correspondencia entre Einstein y Lemaître, el texto íntegro de La hipótesis del átomo primitivo y una completa bibliografía de los tres protagonistas de esta historia.


Eduardo Riaza.

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